¿Me recuerda?

Pocas veces puedo entablar una relación amical con alguién. Tampoco es que la llegue a considerar como tal. Lo cierto es que llegamos a compartir más de un momento con una conversación amena.

Conocí a Mirella porque ambos formamos parte de uno de los ocho grupos que se formaron en el curso de radio 3. Fue durante ese semestre que supongo tomamos confianza el uno para con el otro.

Hace un año ella dejó la universidad porque temía, por tercera vez, desaprobar una de las asignaturas que forman parte de la cadena de cinco redacciones que llevamos en la facultad. Fue con ese retiro que perdimos de alguna manera comunicación.

Hace un rato -primeros días de marzo-, en la primera clase de Derecho,ella se sentó dos filas anteriores a la que yo estaba. No la reconocí de espaldas. me costó un tanto reconocerla cuando ella volteó para dar un vistazo a todo el aula.

¿Cruzamos miradas? ¡Quizá!

¿Me recordó al verme? Pues no sé, porque ni ella, ni yo, hicimos algún gesto de saludo -ni el más mínimo esfuerzo lo lozana que pueden estar nuestras mentes.

Luego de la primera hora de clase tocó el timbre del descanso, ninguno de los dos tuvo la iniciativa de acercarse. Y así pasó la siguiente hora: sin intercambiar palabra alguna, pese a que estaba sentada a mi lado. .

Almuerzo servido

CRÓNICAInsalubridad en las calles

Almuerzo servido

Por: Ceaugmas y M.I.B.

La intersección de las calles Las Gardenias con Los Naranjos es uno de los tantos lugares de Piura donde los desagües colapsan, es aquí donde los vendedores ambulantes, quienes ofrecen todo tipo de alimentos al público, no toman en cuenta lo nocivo que es para la salud de sus comensales el ofrecer los menús al lado de las aguas servidas y cúmulos de basura


El reloj marca las doce del mediodía, el calor es insoportable, pero la sed lo es aún más. Una bebida fría no caería mal para refrescarse, piensa uno de los tantos pasajeros de la empresa de transportes Viceta que se dirige a Tambogrande. A pocos metros cerca del mercadillo Asociación de Comerciantes Concesionarios del Mercado Antonio Lee Rodríguez (Acomipomaler) que colinda con la avenida Sullana y la calle Los Naranjos, el sofocado viajero observa una juguería ´al paso´. A pesar del desagradable olor que emanan algunos charcos de aguas servidas, este se decide por un vaso de soya de la carretilla de Jorge Chocano.

Así como Chocano, que tiene 10 años trabajando en la zona, al otro lado de la calle se encuentra el puesto de comidas de Leonida Riofrío. Desde hace 2 años, ambos se quejan de que la EPS Grau y la Municipalidad de Piura no solucionan el problema de los desagües, en especial en este lugar. Asimismo, Leonida dice seguir las normas mínimas de sanidad para ofrecer a sus clientes un producto que no afecte su salud, aunque con una mirada rápida a su puesto se observe lo contrario.

Entre las normas de salubridad que debería seguir Leonida y todo aquel que tiene un puesto de comida según Orlando Lozada, el doctor del Ministerio de Salud, están: utilizar cubreboca; mantener las uñas cortas, limpias y libres de esmalte; usar protección que cubra totalmente el cabello; en caso de usar mandiles y/o guantes se deben desinfectar y lavar; se debe dotar de los implementos necesarios que garanticen que el agua que esté en contacto con el producto sea potable; debe disponerse de suficiente abastecimiento de agua, así como de instalaciones apropiadas para su almacenamiento y distribución, entre otras. Ella sabe de algunas, pero le cuesta “tiempo y algo de dinero acatarlas”.

Una carretilla con degastadas llantas, que simula ser un comedor y una cocina portátil a la vez. Leonida Riofrio, la dueña del puesto, no se avergüenza de ser ambulante. Mientras sirve la comida a sus comensales avisa a otros nuevos que el menú de hoy, y de otros días, ofrece dos opciones: arroz con tollo y menestra o pescado frito. Pero las personas no son las únicas que llegan hasta el puesto de comida. Un sin número de moscas asechan el lugar: algunas posadas en los manteles que cubren las fuentes de ceviche, otras revolotean en los platos de los clientes y un tanto más se divierten en los desperdicios que se han acumulado hasta el momento.

Al igual que las moscas, las cucarachas que se escapan alertadas por la inundación de sus hogares, escalan a través del jebe de las llantas y se pasean entre las ollas, los baldes con refrescos y los utensilios que forman parte del negocio de Leonida. Débiles telarañas surfean el vaivén del aire maloliente.

Los comensales lidian una batalla con cada bicho a la vez que se llevan una cucharada a la boca. Similar enfrentamiento tiene Riofirio al tratar de ocultar a los atrevidos insectos. No le importa matarlos con la mano.

Al lado del puesto de Riofrio se encuentran otros tres más, que por ser informales, no cuenta con un lavatorio para lavar los objetos que utilizan. Suelen tener dos baldes de agua turbia: en uno lavan y en el otro enjuagan. En el primero, unos cuantos trocitos de cebolla, otros de tomate y uno que otro grano de arroz flotan en la superficie del recipiente.  En el segundo, el  plato desaparece bajo las grises aguas. Antes de desbordarse el recipiente, la dueña del local lo arroja al buzón más próximo a su puesto. Las comideras no son las únicas, los jugueros y los vendedores de pescado también lo hacen.

 ¿Dónde estará la EPS Grau?- se preguntan la mayoría de comerciantes cada vez que las aguas putrefactas se hacen más evidentes y el aire, más insoportable.

E

s un poco más de las 12:30 y vamos hasta el local central de la EPS GRAU en busca de alguien que nos aclare el panorama. Hablamos con el jefe zonal de Piura, el ingeniero Luis Figallo Palacios,  quien no dudó en responsabilizar a terceros de ser los culpables de tal pestilente problema. “Frente al mercadillo los buzones de desagüe siempre se atoran porque los pescadores vierten las viseras de los pescados. No tienen una cultura ecológica”, acotó.

Figallo dijo que todos los desagües de la ciudad desembocan en el colector principal que está hecho de concreto. Este tiene más de 30 años y está sumamente deteriorado. Además,  recalcó que los trabajos hechos hasta el momento equivalen a un proyecto de 100 millones de dólares, dinero que no sale de las arcas de la compañía  de agua sino de los fondos con los que cuenta el plan ´Agua para Todos´ del Gobierno Central que se ejecuta desde hace un mes en Piura. Trabajos supervisados por el Gobierno Regional, que solucionarán el problema de los desagües y que el gerente de la EPS Grau calcula concluirán en tres meses.

S

on la una de la tarde y el caos invade el lugar. Buses interprovinciales, carros, mototaxis y personas apresuradas transitan por la zona.  Una joven en una moto lineal avanza lento para evitar que las aguas putrefactas mojen sus pies, pero no logra su objetivo. A pocos segundos un imprudente conductor de automóvil atraviesa el charco de desagüe y algunas gotas caen en los pies de la chica. Este es el panorama que se repite cada 15 días, según lo relata Roberto Benites, un vendedor de hielo.

Benites llega todos los días a las 7 de la mañana con su carretilla para acercarse a la cámara frigorífica que se encuentra estacionada frente a Acomipomaler. Compra cuatro bloques de hielo y se instala en la esquina del terminal terrestre de Emtrafesa.  Empieza su lucha contra el tiempo. El calor derrite gota a gota los bloques de hielo cooperando a que la laguna mal oliente se expanda.

Minutos después, los pequeños charcos forman una laguna, pero esta vez no es por el embalse de las aguas servidas, sino por la imprudencia de muchos de los comerciantes del lugar. Los rostros de los dueños de los distintos puestos no reflejan la preocupación por la disminución de su clientela. No es un día de pérdidas como cuando se escapan las aguas de los buzones que los obliga a movilizarse hasta el Parque del Niño Trabajador, ubicado en la avenida Sullana.

Los puestos de comida abarrotados, insectos y personas conviven a la hora del almuerzo, poco le importa a Benites porque a cada palabra que dice la sazona el sabor que llega a él en un taper. Lo mismo sucede con Reynaldo Rufino, vendedor de pescado del mercadillo, que degusta su comida sentado al lado de su colega Marco Casco, quien lava una galonera en unas pardas aguas y de olor poco agradable.

Casco, al espantar una mosca que osó posarse en su boca, refunfuñó y balbuceó su malestar. Luego, más calmado, respondió a la acusación que hizo el representante de EPS Piura, Luis Figallo, acerca de que ellos cooperaban a la congestión de los desagües. “Es mentira. Acomipomaler cuenta con una tubería que desemboca en el desagüe próximo; esta es protegida por una rejilla que retiene los elementos sólidos. Asimismo, los desechos que acumula cada comerciante son puestos en un punto cercano a la entrada, que después serán recogidos y llevados por un camión recolector de basura de la asociación del mercadillo”, nos narra Marco Casco. Sin embargo, aunque Rufino y Casco se esmeren por hacer prevalecer lo que afirman la realidad es otra.

Hace tres horas el sofocado pasajero que bebió un vaso con soya del puesto de Jorge Chocano, tomó el bus y ya habrá llegado a su destino. El tiempo transcurre y el caos de la zona disminuyó, son las 3 de la tarde, Leonida y sus compañeras recién pueden sentarse a comer lo que no se vendió. Ya todo está recogido. Muchos de los vendedores ambulantes que laboran en la intersección de Las Gardenias y Los Naranjos se marchan con la esperanza a que mañana no se escape el desagüe; pero el enemigo mal oliente se mantiene en el lugar.

Los míos por qués

Muchas son las ocasiones en que me suelo preguntar por el por qué de una cosa, de una situación, de una idea mia y de por qué tienen que ser así las cosas. El día se hacía cada vez más claro -lo podía ver por un ladito de la ventana que la cortina del bus no alcanzó a cubrir- y en mi pasaba todo tipo de ideas, realmente estaba bastante triste porque el viaje había llegado a su fin y el tener que haber pasado por uno de los momentos que siempre «odio» pasar: las despedidas… ¿Por qué funcionan de esa manera las cosas?

Al igual como ocurrió por la tarde, que me quedé dormido sin darme cuenta, asi sucedió en el bus, que caí en los brazos de Morfeo, por efecto de la aspirina efervescente que Mr. Boss me pidió bebiese, sin percatarme del momento. La noche del trayecto de regreso a casa transcurrió entre sueños intermitentes, pero ésta vez los lapsus fueron más prolongados… ¿Por qué accedo a evadir el momento?

Ese día mi sobrinita cumplía dos años de vida. No me perdonaría a mi mismo mi ausencia, pues es un gran logro que la niña haya llegado a esa edad tan sana y cada vez más inteligente que nunca. Asi que ese fue uno de los motivos por el que no acepté, muy a pesar mio, la invitación de acompañarles hasta el siguiente puerto -a parte de que no deseaba yo ser quien despidiera, eso hubiera sido terrible  para mi-. El otro era que ya los había molestado mucho; en soportar mi especial manera de alimentarme -algo decidioso con la comida-, mis momentos de «niño» caprichoso -como mi reacción en Cajamarca- o el tener que «ayudarme» a pagar mis cuentas -algo tonto quizá de mi parte-… ¿Por qué  soy egoista y pienso sólo en mi?

El paisaje había cambiado ya y el calor seco del norte se hacía sentir a pesar del aire acondicionado que, según la terramoza, estaba puesto. Ya habia pasado Piura y Sullana y apenas una hora y media me separaba de mi ciudad de origen- En poco tiempo volvería a mi casa, volvería a mi matutina vida, volvería a la realidad… ¿Por qué es tan pesada la realidad?

El carro se detuvo ya. Había llegado a Talara. Estaba ya en casa.

El niño de Chulliyachi

Acabo de llegar a la cálida provincia de Sechura y una señora abre la tienda que con tanto ahinco atiende diariamente. De tez trigueña y delgada pero con la fuerza suficiente como para subir la pesadisima puerta corrediza de su local comercial. La mujer no sobrepasa el 1.70 de altura y a la que todos conocen como doña Margarita Dediós. Se ha hecho tarde que pasadas las ocho de la mañana recién abre las puertas de «Don Melchor». Esta actividad la realiza casi todos los días durante sesenta años, incluyendo aquellos meses que duró la estadía de El Niño en aquella parte de Piura hace ya veintiséis años. Le pido algo ligero para comer y dos botellas con agua, y Marlene -la muchacha que trabaja junto a la señora- me las alista para llevar. Sólo espero pasar un relajante día de playa.

Algunas personas le llaman Chulliyachi, otras Chulliyache, le llamen como quieran llamarle no le quita ninguna característica de la que es dueña esta playa.

De arenas tan bronceadas como la piel de los escasos pescadores que aún  van al lugar, montados en sus veleros o balsillas en busca de Sardinas, Cojinovas, Sucos,Tollos y Caballas que con cordel en mano los suelen pescar; tan amplia que hay espacio suficiente para todo aquel que quiera pasar un rato de descanso y de paseo; y de marinas aguas limpias y tranquilas.

Hoy en día se intenta borrar de la memoria aquella fatídica tarde del 31 de enero de 1983 en las que sus aguas mansas dejaron de serlo para revolverse y, disfrazadas de maretazos, sobrepasa la frontera con la antigua caleta de Chulliyachi, dejando como resultado un pueblo fantasma.

Nadie le quiso poner nombre alguno  a ese niño que se hacía sentir desde mediados del mes de diciembre y que tanto daño hizo. La visita en aquel año de El Niño ha sido una de las más caras que ha tenido el Perú. No sólo porque permaneció con nosotros seis largos meses, sino porque los daños directos producidos por este fenómeno ambiental, tanto en produucción como en infrastructura, en todo el país se estimaron en 730 millones de dólares. Nuestra región fue la más afectada que todas, con 500 millones de dólares en daños (fue el 68% del total de daños en el país).

Aquel lunes el mar amaneció tranquilo, tanto que les pareció una buena oportunidad a los hermanos Pablo y Teófilo Antón Amaya para echarse a la mar y probar suerte en pescar algo, y así tener para saciar el hambre de sus respectivas familias en los próximos días; ya que a causa de las torrenciales lluvias que se habían producido en las últimas semanas, los caminos que conducían a la caleta de Chulliyachi se habían interrumpido, sobre todo los que comunicaba a Sechura con Piura y Paita, y los alimentos que traían los barcos de la marina peruana no eran suficiente y muchas veces ni llegaban a las familias. Pasada la 1 de la tarde del 31 el mar, repentinamente, comenzó a agitarse. Entre las 2 y 3 de aquella negra tarde, el agua estaba «molesta» y la mayoría de los pescadores comenaron a desembarcar. Se qeudó en altamar, llevado por la sinrazón de la corriente, Don Claudio, quien pudo obersvar como las personas corrían desesperadamente en dirección a los médanos en el momento que se percataron que se aproximaba hacia ellos, de manera muy lenta, una gigantesca ola de aproximadamente 10 metros de altura.

Minutos antes, en tierra, las mujeres se dedicaban a sacar el agua de la lluvia anterior de sus casas, los niños intentaban recuperar la alegría que hacía más de un mes habían olvidado. Entre esas personas se encontraba Marlene Álvarez Periche, que con cuatro años de edad intentaba ayudar a su mamá Esperanza a baldear. De pronto, es alzada en brazos por el señor Gobernador de aquel tiempo de Chulliyachi, Hipólito Fiestas, y subida al vehiculo de éste para ser llevada a los médanos. Su mamá alarmada del suceso, empezó a correr con su bebé en brazos en busca de un lugar seguro y para no ser alcanzada por la ola. Muchos fueron rescatados por miembros de la Compañía anfibia de Matacaballo, que en sus botes salvavidas fueron en su auxilio.

«El niño es malo» -se oía en la boca de muchos chulliyachinos- que veían con tristeza y asombro cómo la caleta que hacía un rato tenía su plaza, un único colegio y dos capillas, ahora no tenía nada  más que ruinas y los esfuerzos inundados por la cólera de aquel niño que se resistía a irse y se adueñaba del terreno que los acogió por años.

Tristes y resignados, pero tranquilos por haber salvado sus vidas, los pobladores de la caleta comenzaron su andar hacia la ciudad de Sechura, otros fueron llevados en carros militares. Marlene se reencontró con su mamá en la plaza. Su hermanito ardía en fiebre y era casi imposible caminar por la zona en busca de un médico. Las botas de jebe no ayudaban mucho y el fango hizo resbalar a su madre en dos ocasiones. Encontraron a un doctor que atendiese al bebé, pero los medicamentos no estaban al alcance, costaban mucho y un remedio ni se encontró debido a la escasez de medicina que se dio en la época. Finalmente, el hermano de Marlene se recuperó con muchos cuidados de la mamá.

Después de la tragedia de la tarde del 31 de enero, los pobladores con ayuda del Gobierno central y el Municipio de Sechura fueron reubicados en la parte sur de la ciudad. Al lugar en donde se asentaron le llamaron «Nuevo Chulliyachi»; y esta vez no utiliarían más agua de mar, ni peñas porosas y conchuelas, ni arena de la playa para levantar los muros de sus nuevas viviendas, tampoco harían sus techos de madera y paja. Otro grupo de damnificados pidieron posada en las casas de sus familiares sechuranos.

Entre esas familias estaba la de Marlene. Después de muchos años se mudaron del todo para la ciudad de Talara, lugar en donde viven hasta ahora (sept. 25 de 2009). Por su parte, la muchacha regresó a Sechura, pues dice no soprotar el olor a gas que acompaña al aire de Talara. Ahora (Sept 29) de 31 años, está casada y es madre de tres niños -de 10, 7 y 3 años-. Trabaja desde hace un tiempo para Margarita Dediós en «Don Melchor».

Mientras tanto Pablo y Teófilo inetnta no recordar cada minuto que vivieron ese lunes de enero d 1983. Actualmente, siguen yendo a esa ancestral caleta que en 2004 aún era «la soledad en llamas». Ambos participaron en el concurso de remo y de balsillas que se realizó a comienzos de este año (2009), con la finalidad de demostrar sus aptitudes y habilidades en el manejo de esas actividades. Pero organícese lo que se pueda organizar, las ruinas de la otrora caleta de Chulliyachi les recordará aquel acontecimiento que marcaría por siempre sus vidas y que aún les provoca un cierto temor a una inesperada visita de aquel fenómeno ambiental que conocemos como «El Niño».

Escrita por CEAUGMAS, para un texto del curso de Redacción y Análisis de textos II.

 

Un amigo piurano

Estas son las diferencias entre un amigo y el tener un amigo piurano.

Un amigo es alguien que nunca te pide comida.Un amigo piurano es la razón por la que organizas una comida.

Un amigo te pregunta cómo estas.Un amigo piurano te dice que te ves bien, te abraza y te besa.

Un amigo llama a tus padres señor o señora. Un amigo piurano llama a tus padres «tío» o «tía».

Un amigo puede que nunca te haya visto llorar. Un amigo piurano ha llorado contigo, por cualquier cosa.

Un amigo te manda flores y una tarjeta cuando estás internado en el hospital. Un amigo piurano se queda a dormir en una silla, siempre está a tu lado.

Un amigo te pide algo prestado y te lo devuelve a los dos días. Un amigo piurano te pide algo prestado y a la semana se olvida que no es suyo.

Un amigo te ofrece el sofá para que duermas. Un amigo piurano te brinda su cama, se acuesta en el suelo y no te deja dormir en toda la noche conversando contigo.

Un amigo sabe unas cuantas cosas acerca de ti. Un amigo piurano podría escribir un libro con las cosas que le has contado de ti.

Un amigo te lleva una aspirina cuando estás resfriado. Un amigo piurano te hace una sopa de pollo y los remedios que le enseñó su abuela. Y puede que hasta te haga ‘el avión’ con la cuchara, para que te tomes la sopa.

Un amigo toca a tu puerta para que le abras. Un amigo piurano abre la puerta, entra y después te dice: ¡Llegué! siempre contigo para lo que necesites.

Un amigo te pide que le hagas un café. Un amigo piurano pasa a la cocina, te sirve el café  y hasta le pide azúcar a una vecina si no tienes.

Un amigo puede serlo por un tiempo. Un amigo piurano es para toda la vida. por eso te encuentra donde estés, para juntos recordar buenos momentos.

Un amigo piurano  te dice que te extraña y que lo tengas presente en las cosas importantes de tu vida.

A la tercera va vencida

Y me encontraba ahí, sentado en la acera y abrazado a mi mochila, con nervios en punta y asimilando rápidamente lo sucedido. No lo creía, me costaba y las cosas daban vuelta a mí alrededor.

Ya había ocurrido en dos oportunidades anteriores. El objetivo siempre el mismo, mi teléfono celular. ¡Vaya rollo! Ni que el aparato ese hubiera sido el de última tecnología o del modelo más exclusivo que haya en el mercado de telefonía móvil; pues apenas me costó cuatrocientos soles en aquel tiempo cuando lo compre.

El primer intento ocurrió hace ya algún tiempo atrás. No era el mismo celular, recuerdo era un Sony Ericson color celeste y pantalla a colores.

Era domingo y estaba sentado en una de las bancas que están frente a la pista a lo largo de la avenida Grau. Mataba el rato que faltaba para empezar mis labores en el cine local –mi anterior trabajo-. Para no marearme a causa de ver tanta luz amarilla de los autos que transitaban por el lugar en ese momento, saqué el aparato de mi bolsillo y elegí un juego para distraerme un rato. En cuánto ascendía de nivel, los minutos se hacían nada, un sujeto de muy mal aspecto se paró frente a mí y me dijo que le entregara el celular “a las buenas” si no deseaba pasarla mal.

Le respondí que no se lo iba a dar –algo atrevido de mi parte-. Quise mostrarle al hombre que no le temía, pero sobretodo transmitirle seguridad en mis palabras y actitud. El rostro del malhechor se desencajó y noté que introducía su grotesca mano en uno de los sucios bolsillos del pantalón que llevaba puesto –lo más probable es que había decidido sacar el verduguillo que llevaba-.

Decido dejar de ver su rostro y miro hacia un lado y noto que se acercaba una familia. Así que decidí rápidamente acoplarme a ese grupo de personas. Le comenté al ladronzuelo que ya llegaba mi familia y sólo atiné a decirle chau.

La segunda vez ocurrió cuando salía de una discoteca, a la cual había ido junto a unos compañeros del curso. En aquella oportunidad el atraco fue mientras esperaba pasara un taxi que me cobrara menos de los que estaban estacionados a las afueras del local. Estaba acompañado de un amigo. Cansados de esperar de pie nos sentamos en la acera, charlabamos mientras esperamos que pasara un vehiculo por ahí.

Ambos notamos que tres muchachos subidos en una moto lineal transitaron muy cerca a nosotros. Nosotros seguimos conversando hasta que en el momento menos esperado dos de los tres muchachos toman por el cuello a mi amigo y le piden que entregara todo lo que tenia. Aunque el forzajeó con los dos le terminaron quitando el celular y la billetera. Luego, seguía yo, uno de los dos tipos se me acerca y con pistola en mano me pide le entregase lo que llevaba -mi celular y sencillera, cosas que no pensaba darle-. Retrocedo poco a poco, el me sigue apuntando con la pistola la cara y yo le repito una y mil veces que no tenia nada.

Aquella vez esos mismo ladrones cuadraron a uno de mis primos con su esposa queienes salian del festejo de un matrimonio.

Ahora, apenas dos días, llegué de Talara y mientras esperaba tomar un taxi, decidí sacar mi celular del bolsillo en donde lo llevaba. Lo desbloqueo y empiezo a meterme en el reloj y ¡zaz! una mano morena y algo velluda me arracha el aparato de las manos y con la fuerza me tumba al suelo, sentado en la acera sólo atiné a coger fuerte mi mochila para que no se la llevaran, pues ahi llevaba una laptop.

Esta vez se llevaron mi celular, y con el toda la información de los contactos que me suelen dar informacion y entrevistas para realizar mis reportes… realmente a la tercera fue la vencida!

Domingo en Chiclayo

Esta vez sería yo quien, con mapa  en mano, guiaría a Mr. Boss por el camino adecuado al hotel. Fue así que pasamos Lambayeque sin problema alguno. Yo seguí concentrado en el papel y tratando de relacionar lo me decía en el y lo que veía. No era tan difícil pero con el cansancio del viaje me costaba un frágil esfuerzo más.

La mayoría de veces me confiaba más por la ruta que seguía la mayor cantidad de carros, camiones y mototaxis -me decía a mí mismo: a algún lugar céntrico se dirigirán- que por el croquis de la ciudad.

Pero todo el peso del trayecto Jaén – Chiclayo lo eché por la ventana cuando noté que algo raro pasaba en la ciudad. Un aguerrido tráfico ganaba por partida doble a una valiente policía de tránsito. Las pistas de la ciudad estaban inmersas en un descontrol total; carros por aquí, carros más allá y la cosa se pintaba cada vez más con un estilo abstracto.

No era más que la energía electrica se había ausentado. Ocurría lo mismo en la región Piura (capital y provincias). Luego me enteré que todo era producto de una falla en una de las represas hidroelectricas de la zona norte.

Llegamos al hotel. Bajamos los equipajes y nos registramos. La recepcionista nos mencionó el apagón que se estaba dando; intentó no alarmarnos diciendo que el hotel contaba con motor propio y que no nos veríamos afectados por el oscuro suceso.

Subimos por el ascensor hasta el piso 3,  donde estaba la habitación que nos habían designado esta vez. Ahora seríamos vecinos del cuarto anterior, aquel en que ví por primera vez a Boss. Si, era mucho más cómodo que la recámara que ocuparíamos por tan sólo una noche; eso porque era más amplio.

Por ser Domingo el restaurante del hotel no atendía. Nos tocó salir a la calle -no sin antes de que Joseph se encargara de acomodar la ropa en el closet; yo no me atreví a desvalijar, pues al día siguiente saldríamos muy temprano-.

Mr. Boss solicitó una recomendación a la chica de recepción. Quería saber el nombre de un restaurante adecuado para almorzar aquella tarde. Pasaban las 14 horas. Aún había gentecita verde desmantelando un escenario de una marca conocida de chocolate en polvo y que, según ellos, brindan mayor energía a los niños y deportistas. Sorpresivamente el tráfico había descendido a un grado muy alto. Nos subimos a un taxi, un carro de estilo clásico, con asientos bastantes desgastados y un chofer con ganas de pasearnos.

No estuvo tan mal. El local se llamaba «Sabores peruanos». A la entrada un mozo nos dió la bienvenida y nos dirigió a una mesa. Helechos largos colgaban en casi todo el techo del comedor. Una tremenda fotografía de un convento revestía la pared que cubría las entradas a los servicios higiénicos. Estuvimos ubicados a un extremo, muy cerca a la entrada del baño de mujeres.

Luego de una fotografía llegaron nuestro pedidos. El sitio parecía que iba a reventar de tanta gente. Murmullos enredosos por todos lados. Familias enteras habían decidido llegar a comer al lugar ese. Todo ello se perdía en cada bocado que nos llevábamos a la boca.

Se canceló la cuenta y salimos. En un salón se encontraban personas que esperaban desocupasen alguna mesa los comensales de turno.

En un primer deseo se decidió que regresaríamos al hotel caminando, pero después de cruzar las dos vías. nos encontrábamos dentro de un taxi… Llegamos justo a tiempo para la siesta; aunque sólo la haría Boss. Joseph y yo metidos en las computadoras -claro yo mucho más tiempo que él-.

Continuará…

Entre plomos y plumeros

He oido decir muchas veces que la vida es injusta.He sido testigo de las miles de forma que puede adoptar la queja de una persona. Alguna vez oí decir a un «padrecito» que no todas las personas tenemos opciones en la vida y que, en ocasiones, el desnivel social ayuda a que todos los sectores no carezcan de atención: «Si no hubiera gente que necesita y que está dispuesta a ensuciarse para comer, no existirían los gasfiteros o albañiles…» (palabras del sacerdote).

Particularmente, considero que la vida no es la injusta. Los injustos somos nosotros. Sí, todos aquellos individuos que se consideran humanos -y no por ser «humanos» nos excusa de ser víctimas de actuar de cuando en vez con algunos matices de maldad-.

Dios nos hizo humanos porque nos otorgó sentimientos y la capacidad de servirle por siempre.

Por lo dicho antes, somos seres que podemos y deberíamos actuar para bien -eso sería lo ideal y adecuado-. Pero la realidad es otra. No todas las personas nos guiamos por ese don que Dios nos obsequió.

En la universidad existen ambientes, entre aulas, oficinas y los jardines ¡Todo muy limpiecito!Es muy agradable estudiar en un lugar asi. Un sitio en que todo aparentemente se encuentra en su orden, en donde las ventanas brillan sin rayadura alguna, en donde el suelo de los pasillos rechinan de limpios…

Toda esa aparente armonía y limpieza no sería posible si no trabajan en ello los muy reconocidos, y a veces fastidiosos, «plomitos». Pero ellos no son los únicos, también están las señoras (un grupo de mujeres dedicadas a tiempo completo a laborar en el aseo).

Todos ellos son personas humildes que por 100 soles a la semana cursan largos trayectos desde sus casas a la universidad, pues varios provienen de zonas marginales, lugares en los cuales se puede respirar la pobreza  y observar lo injusta que es la vida.

Alguna vez un ex plomito me contó que los contratan con un sueldo vergonzoso; que el cargo es de mantenimiento, pero se encargan de podar el césped, de cuidar las ovejas, de mantener el orden dentro del campus universitario, entre otras. Hoy trabaja como seguridad en una conocida agencia de buses interprovinciales de la Sánchez Cerro.Y afirma contar con beneficios que no le reconocía la universidad; además, de un sueldo más humano y tiene tiempo para realizar otras actividades.

También está el caso de una de las tantas señoras que se encargan de la limpieza. Ésta dama del plumero fue operada hace poco -en ese tiempo había transcurrido un mes de su operación-. La encontré cerca del mediodía, aseaba la ermita, me preguntó por la hora, luego, pregunta tras pregunta llegamos al tema del trabajo. «Ay! jovencito, la mitad del sueldo se me va en los pasajes… trabajo porque la situación me lo exige…»

No sé como acabar éste escrito. Siempre me suele ocurrir lo mismo. Tampoco sé si alguna autoridad de la universidad a la que pertenezco llegue a leer este post; en caso sea así les digo que la vida no es la injusta, los injustos son los curas que contratan a hombres y mujeres para hacer mucho por poco.

Día de Comunimatch

Ocurrido en Noviembre, 12 de 2009.

Este año se ha vuelto a organizar el Comunimatch. De esta manera se buscar seguir con la vieja costumbre, que se tiene en la Facultad de Comunicación, de llevarlo a cabo una vez al año para conocernos y confraternizarnos entre los alumnos y con los profesores. El objetivo de este año de tal evento es recaudar fondos para realizar en Diciembre la chocolatada para los niños de bajos recursos económicos de Piura.

Hoy, sábado 14 de Noviembre, se desarrolla el Comunimatch. Llevo más de hora y media de tardanza. El evento ha empezado desde las once de la mañana, y yo me he despertado recién veinte minutos después.

Es medidía, aun tengo sueño, y también, dentro de mí, la intención de pasar un buen día junto a mis compañeros de Facultad. Ya voy por el camino que me lleva hasta la canchita de la Universidad.

El día es estupendo. Me calienta un sol abrasador; me refresca un suave viento; no hay mucho tráfico vehícular, ni oigo sus antiarmónicos sónidos de cláxones; de rato una sombra de algarrobo me alivia del calor. Dentro del campus de la universidad, puedo oír los distintos cantos de la gran variedad de aves que habitan en ella; aunque debo recorrer un largo camino para llegar hasta la canchita, pienso que no es tan pesado el trayecto, pues la sombra del bosque me alivia del tremendo calor que ahorita siento.

Son ya las 12:3o del día. Creo que ya falta poco para llegar, pues percibo el ensordecedor sonido de la música. Ya observo los primeros grupos de alumnos que esperan a sus impuntuales amigos. Faltando poco para llegar alcanzo a ver a Fiorella, que se encuentra junto a Renzo (su enamorado) que hoy jugará fútbol en el equipo de tercer año.

Un rectángulo de cartulina blanca, que promete con letras negras pasar una tarde de diversión y confraternidad entre nosotros, es el ticket de entrada al Comunimatch. “Por ellos y por nosotros” es la frase impresa en él. A la derecha, un globo verde y a la izquierda, un árbol navideño de manitos teñidas decoran dicho pase. El costo es mínimo, el valor es mucho –el tiempo que se pasa con los verdaderos amigos puede llegar a tener un gran valor-.

Luego de que han verificado si mí entrada está pagada o no, he entrado y  he recorrido el perímetro que se ha ocupado. Para el lado norte de la canchita se han puesto las mesas con los distintos platillos que hoy se están ofreciendo y, para el lado oeste, cubos rojos de cerveza y una cámara de llanta conteniendo hielo. Asimismo, he notado que aun no han terminado de construir la “cárcel”.  Considero que aun no ha empezado la reunión.

– ¡Hola! –me saluda emocionada Fiorella.

–Hola ¿cómo estás? –respondo medio asustado, pues su saludo llegó inesperadamente.

– ¿Sabes? Hoy va a jugar Renzo fulbito.

–Qué bueno –le digo. – ¿Buscamos un sitio para sentarnos? –agrego.

Seguimos conversando, pero ya estamos sentados muy cerca a los autos y motos que están estacionados frente a la canchita. Renzo se va a reunir con sus compañeros de su equipo de fútbol. Y algunos niños en bicicleta juegan cercanos a nosotros.

Desde papa rellena, hasta causa,  el ceviche, arroz con pollo, arroz chaufa, mazamorra, tamales verdes, sanguches de pollo, empanadas, entre otros, es lo que mencionan a viva voz y nos incitan a consumir. Aunque el ceviche no ha llegado aun. Para muchas personas, como los profesores Bobad y Chuiman, no es necesario oír tanta promoción de comidas, pues ya están degustando algún platillo que no pasa de los tres nuevos soles.

Ahora son las 12:50 m. y varios jugadores se encuentran en la plataforma deportiva calentando su cuerpo para evitar cualquier contractura o simplemente practicando sus posibles “jugadas”.

Humberto y Cinthya se han convertido en los primeros encarcelados. Siendo la 1:15 de la tarde reciben todo el resplandor del sol metidos en una cárcel que baila a los compas del viento. Minutos después ha llegado Juan Carlos More y hace un minuto acaba de llegar el profesor Alejandro.

Son la 1:20 de la tarde, se ha dado inicio al primer encuentro de fútbol. Se enfrentan “los amigos de Pella” y el “equipo de los profesores”. Entre bromas y conversaciones fuera de la cancha, casi está pasando desapercibido el juego.

Ahora se está buscando a las personas que quieren competir por ganarse una pizza en el juego de la soga. No se espera mucho tiempo y ya están conformados los dos equipos. Es la 1:30 p.m. ha resultado ganador el equipo de Roger T.

No hay que ser detectives expertos como para no descubrir que el equipo perdedor en el juego de la soga, quienes terminaron en su gran mayoría enterrados y sumidos en la “piconería” e inconformidad, han pagado para que el próximo encerrado en la cárcel sea Roger. A las 1:38 p.m. ha entrado a hacerle compañía en la carceleta de cañas Flor Jiménez. Los profesores More y Machacuay les han llevado cerveza para que beban y no sean víctimas de una deshidratación.

Siendo la 1: 45 p.m. se ha dado inicio al segundo partido de fútbol. Esta vez se enfrentan los alumnos del cuarto año y los de tercero, entre ellos Renzo, el enamorado de Fiorella. Se acaba de mencionar que el ganador, casi por goleada, del primer encuentro fue el equipo “los amigos de Pella”. Y Sara V. se ha convertido en la primera profesora en ir a la cárcel.

Este año, el juego de “los esposados” se ha convertido en una interesante novedad. En este momento han pasado trece minutos desde que son las dos de la tarde y ya hay víctimas de las esposas, ellos son Arturo (de tercer año) y Carolina (de segundo año). También nuevos encarcelados, como Rocío del cuarto año. Y nuevos “esposados”, Oscar y Sara, ambos profesores.

Fotos por doquier. Muchas sonrisas listas para la inmortalidad de un retrato fotográfico. Los alumnos del primer año son los encargados de retratarnos en fotos.

Ya son las 2:27 p.m. y Rosselyn Manrique es llevada a la cárcel. Al cabo de unos minutos Frank C. Rocío ha sido retirada de la cárcel para ser esposada con Sebastián. Se acaba de mencionar que el equipo de los chicos del tercer año ha ganado a los de cuarto; ahora les tocará enfrentarse en un duelo futbolístico contra “los amigos de Pella”.

En todo un suceso se ha convertido el esposado y encarcelamiento de los profesores Sara Vera y Fernando Chuiman. Chicos alrededor de la carceleta tomando fotografías y haciendo mofa de lo acontecido. Pero ni el encarcelamiento de Alán García, a las 2:30 p.m., ha provocado tanto tumulto; o el del profesor Alejandro M., que lleva cinco minutos dentro.

Es inevitable darse cuenta que los chicos de redacción andan dispersos por el área anotando en sus libretas detalles de cada hecho desarrollado esta tarde. Faltando diez minutos para que sean las tres de la tarde, Omayra y Benjamín han sido esposados. Por otro lado, ya se está promocionando el costo de los tortazos; no ha pasado mucho tiempo y ya el profesor Pinedo ha recibido un tortazo en la cara.

Tres de la tarde ya, el profesor Carrión (de Empresas) y Álvaro M. son llevados a la cárcel. Y Alexandra de tercer año se ha convertido en la segunda víctima de un tortazo en la cara.

Se ha vendido casi todo en la sección “comidas”, sólo quedan algunos sanguches de pollo y empanadas “bronce”. Dos chicas andan de mesa en mesa ofreciendo a S/. 1.50 cualquiera de los dos productos antes mencionados. A su vez ya se oye el premio que obtendrá la pareja que resulte ganadora en el concurso del bailetón; y cuánto cuesta la inscripción para dicho concurso: S/.5.00 por pareja.  Así como también saluditos para los chicos que hemos asistido.

Seis tortazos más se han dado. El primero ha sido para Carrión, el profesor de Administración, luego Fernando Chuiman, la profesora Sara V. y, nuevamente, Henry Pinedo. ¡Ah! y uno extra ha sido para una chica que por más resistencia que ha puesto no se ha librado de recibir su tortazo.

Ya son las 3:26 p.m. y una muchacha rubia está siendo llevada a la cárcel de cañas. No recuerdo su nombre pero la he visto en las clases de Redacción. Viste un jean azul y un polo rojo. Durante los minutos que está dentro, se ha sentado en la tierra a anotar en su libreta lo que le está aconteciendo en este momento; ahora habla por su celular y sigue esperando a que llegue el momento de su liberación.

Se realiza el llamado a las parejas al bailetón, mientras que Montufar recibe un tortazo en la cara.

Ahora, a las 3:35 de la tarde, la chica Madrid, de tercer año, está siendo llevada a la cárcel; ella viste un pantalón negro y una blusa blanca, en su cabeza lleva una gorra rosada y en sus manos un cuaderno. El profesor Alejandro M. se acerca a fastidiarla. Acaban de pagar para que ella salga libre. En su lugar entra Omar G., Minutos después, a las 3:50 p.m., ha entrado Ana Lucía.

Se anuncia el juego de los glotones. Grupos de amigos beben cerveza.

Sabemos que a las cuatro empieza el encuentro olímpico de la selección de futbol de la facultad, son las 3:55 y la gran mayoría se está yendo a ver el desarrollo del partido de los chicos de Comunicación que se realizará en las instalaciones del colegio Turicará. Los pocos que quedamos estamos dispersos alrededor de la canchita formando grupos de entre cuatro a diez personas. El programa del Comunimatch se ha “congelado”. Se aprovecha para recoger las botellas dispersas por el terreno. El último en ir al partido es el profesor Alejandro M., que se va en su moto casi volando.

Las parejas que se anotaron en el concurso del bailetón fueron: Alejandra y “Felia”, Jair y Yandelin, Rocío y Jared, Flor y Wily, “Chipi” y Mery, los profesores Huamán y Vera y Mayra y Fabián. Han resultado ganadores Yandelin y Jair.

Finalmente, ha hecho su aparición la profesora Nancy S., quien por cincuenta soles ha sido llevada  a la cárcel, con una previa invitación –por parte de la animadora- a bailarse un merenguito.

¿Quién ha visto un cerrajero?

Escrito Abril 01

linda-pic1Me encuentro sentado en una de las bancas de un supermercado del centro de la ciudad de Piura tomando una bebida de soda que trata de imitar a la bebida de sabor nacional.

Estoy sentado aqui para recobrar fuerzas y continuar en mi busqueda de un cerrajero que se encargue de arreglar la cerradura de la habitación que estoy rentando actualmente ¡He caminado horrores!

cerrajerotuberiasEl lugar está fresquecito, no transitan muchas personas y el tráfico es de moderado a ligero (más andan carros particulares que taxis o motocicletas). Alla afuera el sol es insoportable y el calor es tremendo, las personas van presurosas a sus trabajos y las pistas son invadidas por corrientes amarillas de autos Tico que brindan el servicio de taxi, lo que ocasiona un tráfico de moderado a exhasperante.

El día no me gusta para nada, pero es perfecto para estar tendido sobre las arenas blancas, bajo el sol candente para tomar un envidiable tono bronceado de piel y oyendo el reventar de las olas en su encuentro con las arenas de mi playa favorita del norte peruano.

Bueno, qué bonito es soñar despierto ¿verdad? Ahora debo seguir con la busqueda de la persona que logre dejar en óptimo el acceso a la intimidad de mi habitación.

Ahorita sólo me queda preguntar ¿Alquien ha visto un cerrajero?