Almuerzo servido

CRÓNICAInsalubridad en las calles

Almuerzo servido

Por: Ceaugmas y M.I.B.

La intersección de las calles Las Gardenias con Los Naranjos es uno de los tantos lugares de Piura donde los desagües colapsan, es aquí donde los vendedores ambulantes, quienes ofrecen todo tipo de alimentos al público, no toman en cuenta lo nocivo que es para la salud de sus comensales el ofrecer los menús al lado de las aguas servidas y cúmulos de basura


El reloj marca las doce del mediodía, el calor es insoportable, pero la sed lo es aún más. Una bebida fría no caería mal para refrescarse, piensa uno de los tantos pasajeros de la empresa de transportes Viceta que se dirige a Tambogrande. A pocos metros cerca del mercadillo Asociación de Comerciantes Concesionarios del Mercado Antonio Lee Rodríguez (Acomipomaler) que colinda con la avenida Sullana y la calle Los Naranjos, el sofocado viajero observa una juguería ´al paso´. A pesar del desagradable olor que emanan algunos charcos de aguas servidas, este se decide por un vaso de soya de la carretilla de Jorge Chocano.

Así como Chocano, que tiene 10 años trabajando en la zona, al otro lado de la calle se encuentra el puesto de comidas de Leonida Riofrío. Desde hace 2 años, ambos se quejan de que la EPS Grau y la Municipalidad de Piura no solucionan el problema de los desagües, en especial en este lugar. Asimismo, Leonida dice seguir las normas mínimas de sanidad para ofrecer a sus clientes un producto que no afecte su salud, aunque con una mirada rápida a su puesto se observe lo contrario.

Entre las normas de salubridad que debería seguir Leonida y todo aquel que tiene un puesto de comida según Orlando Lozada, el doctor del Ministerio de Salud, están: utilizar cubreboca; mantener las uñas cortas, limpias y libres de esmalte; usar protección que cubra totalmente el cabello; en caso de usar mandiles y/o guantes se deben desinfectar y lavar; se debe dotar de los implementos necesarios que garanticen que el agua que esté en contacto con el producto sea potable; debe disponerse de suficiente abastecimiento de agua, así como de instalaciones apropiadas para su almacenamiento y distribución, entre otras. Ella sabe de algunas, pero le cuesta “tiempo y algo de dinero acatarlas”.

Una carretilla con degastadas llantas, que simula ser un comedor y una cocina portátil a la vez. Leonida Riofrio, la dueña del puesto, no se avergüenza de ser ambulante. Mientras sirve la comida a sus comensales avisa a otros nuevos que el menú de hoy, y de otros días, ofrece dos opciones: arroz con tollo y menestra o pescado frito. Pero las personas no son las únicas que llegan hasta el puesto de comida. Un sin número de moscas asechan el lugar: algunas posadas en los manteles que cubren las fuentes de ceviche, otras revolotean en los platos de los clientes y un tanto más se divierten en los desperdicios que se han acumulado hasta el momento.

Al igual que las moscas, las cucarachas que se escapan alertadas por la inundación de sus hogares, escalan a través del jebe de las llantas y se pasean entre las ollas, los baldes con refrescos y los utensilios que forman parte del negocio de Leonida. Débiles telarañas surfean el vaivén del aire maloliente.

Los comensales lidian una batalla con cada bicho a la vez que se llevan una cucharada a la boca. Similar enfrentamiento tiene Riofirio al tratar de ocultar a los atrevidos insectos. No le importa matarlos con la mano.

Al lado del puesto de Riofrio se encuentran otros tres más, que por ser informales, no cuenta con un lavatorio para lavar los objetos que utilizan. Suelen tener dos baldes de agua turbia: en uno lavan y en el otro enjuagan. En el primero, unos cuantos trocitos de cebolla, otros de tomate y uno que otro grano de arroz flotan en la superficie del recipiente.  En el segundo, el  plato desaparece bajo las grises aguas. Antes de desbordarse el recipiente, la dueña del local lo arroja al buzón más próximo a su puesto. Las comideras no son las únicas, los jugueros y los vendedores de pescado también lo hacen.

 ¿Dónde estará la EPS Grau?- se preguntan la mayoría de comerciantes cada vez que las aguas putrefactas se hacen más evidentes y el aire, más insoportable.

E

s un poco más de las 12:30 y vamos hasta el local central de la EPS GRAU en busca de alguien que nos aclare el panorama. Hablamos con el jefe zonal de Piura, el ingeniero Luis Figallo Palacios,  quien no dudó en responsabilizar a terceros de ser los culpables de tal pestilente problema. “Frente al mercadillo los buzones de desagüe siempre se atoran porque los pescadores vierten las viseras de los pescados. No tienen una cultura ecológica”, acotó.

Figallo dijo que todos los desagües de la ciudad desembocan en el colector principal que está hecho de concreto. Este tiene más de 30 años y está sumamente deteriorado. Además,  recalcó que los trabajos hechos hasta el momento equivalen a un proyecto de 100 millones de dólares, dinero que no sale de las arcas de la compañía  de agua sino de los fondos con los que cuenta el plan ´Agua para Todos´ del Gobierno Central que se ejecuta desde hace un mes en Piura. Trabajos supervisados por el Gobierno Regional, que solucionarán el problema de los desagües y que el gerente de la EPS Grau calcula concluirán en tres meses.

S

on la una de la tarde y el caos invade el lugar. Buses interprovinciales, carros, mototaxis y personas apresuradas transitan por la zona.  Una joven en una moto lineal avanza lento para evitar que las aguas putrefactas mojen sus pies, pero no logra su objetivo. A pocos segundos un imprudente conductor de automóvil atraviesa el charco de desagüe y algunas gotas caen en los pies de la chica. Este es el panorama que se repite cada 15 días, según lo relata Roberto Benites, un vendedor de hielo.

Benites llega todos los días a las 7 de la mañana con su carretilla para acercarse a la cámara frigorífica que se encuentra estacionada frente a Acomipomaler. Compra cuatro bloques de hielo y se instala en la esquina del terminal terrestre de Emtrafesa.  Empieza su lucha contra el tiempo. El calor derrite gota a gota los bloques de hielo cooperando a que la laguna mal oliente se expanda.

Minutos después, los pequeños charcos forman una laguna, pero esta vez no es por el embalse de las aguas servidas, sino por la imprudencia de muchos de los comerciantes del lugar. Los rostros de los dueños de los distintos puestos no reflejan la preocupación por la disminución de su clientela. No es un día de pérdidas como cuando se escapan las aguas de los buzones que los obliga a movilizarse hasta el Parque del Niño Trabajador, ubicado en la avenida Sullana.

Los puestos de comida abarrotados, insectos y personas conviven a la hora del almuerzo, poco le importa a Benites porque a cada palabra que dice la sazona el sabor que llega a él en un taper. Lo mismo sucede con Reynaldo Rufino, vendedor de pescado del mercadillo, que degusta su comida sentado al lado de su colega Marco Casco, quien lava una galonera en unas pardas aguas y de olor poco agradable.

Casco, al espantar una mosca que osó posarse en su boca, refunfuñó y balbuceó su malestar. Luego, más calmado, respondió a la acusación que hizo el representante de EPS Piura, Luis Figallo, acerca de que ellos cooperaban a la congestión de los desagües. “Es mentira. Acomipomaler cuenta con una tubería que desemboca en el desagüe próximo; esta es protegida por una rejilla que retiene los elementos sólidos. Asimismo, los desechos que acumula cada comerciante son puestos en un punto cercano a la entrada, que después serán recogidos y llevados por un camión recolector de basura de la asociación del mercadillo”, nos narra Marco Casco. Sin embargo, aunque Rufino y Casco se esmeren por hacer prevalecer lo que afirman la realidad es otra.

Hace tres horas el sofocado pasajero que bebió un vaso con soya del puesto de Jorge Chocano, tomó el bus y ya habrá llegado a su destino. El tiempo transcurre y el caos de la zona disminuyó, son las 3 de la tarde, Leonida y sus compañeras recién pueden sentarse a comer lo que no se vendió. Ya todo está recogido. Muchos de los vendedores ambulantes que laboran en la intersección de Las Gardenias y Los Naranjos se marchan con la esperanza a que mañana no se escape el desagüe; pero el enemigo mal oliente se mantiene en el lugar.

Paquito el del barrio

Decía tener once años, pero parecía de menos edad. Paquito desde que llegó al barrio se ganó el cariño y aprecio de cada vecino miraflorino, aunque nadie sabía su verdadero nombre, ni de donde provenía.

ninoPaquito -nombre otorgado por don Joaquín, ya que de alguna manera u otra debíamos llamarle, y es que el niño por razones que el sólo conocía prefería ocultar su nombre-. Era un niño delgado, de estatura baja, andaba siempre despeinado, de piel morena y muy seca, cabellos negros y ensortijados. Sus ojos de mirada triste reflejaban mucho sufrimiento.

Pero por más que había sufrido no dejó de ser generoso, aguerrido, colaborador y muy trabajador para su corta edad. En cambio, dejó de ser un niño expresivo y agresivo, en especial cuando se molestaba.

Su primer trabajo fue en el mercado:cargaba el peso de canastas y bolsas de ditintas señoras. Así fue que todos los fines de semana llegaba al barrio con doña Maruja, dueña de la casa más pintoresca del lugar, cargándole la antiquísima canasta de mangos reforzados y parchada en el fondo que muchas veces le ganaba en peso y lo hacia tambalearse de izquiera a derecha y viceversa desde que bajaban del taxi con dirección a la puerta de la casa, donde recibía su propina a cambio del trabajo.

Un día el párroco de la Iglesia le pidió a Paquito que limpiara y regara los jardines de la «casa de Dios», labor que la hizo muy bien, a cambio de comida y cobijo. Así pues el niño ya tenía un techo donde vivir y comer a sus horas.

Con el tiempo el niño pasó a ser hombre;aprendió con mucho ahinco el arte de la carpinteria. Realizaba tan buenos trabajos que los vecinos le empezaron a encargar desde la elaboración de sencillas puertas hasta grandes closets o sofisticadas mesas talladas.

En paralelo al apendizaje de la carpinteria estudiaba en la escuela no escolarizada, terminó sus estudios de la primaria y de la secundaria en poco tiempo; de esta forma se hizo un profesional en la rama de contabilidad, siguiendo estudios en la Universidad Nacional de Piura.

En la actualidad vive en la ciudad de Chiclayo -y cada que puede regresa a Piura de paseo- por cuestiones del corazón. Y es que cuando se enamoró de la niña de los ojos de don Joaquín tuvo que huir con ella para poderse casar y formar de esta manera, y con la bendición del padre que alguna vez le permitió quedarse a vivir en el barrio brindándole ayuda, formar un feliz matrimonio. Con Fátima tienes tres niños, cada cual más inquieto que el otro.

Así fue que salió a la luz Luis Saavedra, nombre verdadero de Paquito. De aquel niño no queda nada, ha cambiado físicamente, pero aun mantiene ese espíritu colaborador y esa manía de quedarse pensando en ¡quien sabe qué! en el vacío de su mirada. Lo que siempre será un misterio es la razón por la cual él nunca regresó a su casa, ni quiénes son sus familiares, mucho menos de dónde proviene.