Noche previa en Lima

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Dos o tres meses antes de mi viaje me tocó editar dos noticias sobre incidentes con aviones en el Perú en los que ambas aeronaves tuvieron que aterrizar de emergencia por reportar desperfectos técnicos, una de las dos se incendió.

¿Cuánta posibilidad había en que el avión que me llevaría a Lima fallase? No lo sé, ni tampoco quería comprobarlo. Y bueno, tampoco quería andar presuroso por tener que bajar de uno para abordar otro. Así que decidí comprar el boleto con un día de anticipación del vuelo hacia Madrid.

Lo compré un mes antes de la fecha de mi vuelo a España. Recuerdo que mientras buscaba en la página web de la aerolínea, mi madre se acerca y me pide que, por favor, le consiga uno para ella, pues había decidido acompañarme a la capital peruana.

Así fue. Reservé los pasajes de avión en la mañana de un miércoles, a la tarde ya formaba la cola en el banco para pagarlos. Tuve suerte, el día estaba sombrío y no había mucha gente esperando.

Un día antes del viaje. Mi hermano Remato se anima a viajar con nosotros y, me pide de favor que le consiga un cupo en el avión. Me lo pidió de tal manera que no importó si ello me costaría trabajo en adquirir un boleto para él.

El día llegó. Más tiempo nos llevó en abordar la aeronave que en el vuelo de apenas hora y media. Otro tiempo, de similar extensión, tuvimos en la espera de nuestros equipajes en la faja del aeropuerto.

Para la tarde, ya en Lima, nos fuimos a recorrer un poco el centro histórico, luego entramos a un centro comercial -en Surco- y para antes de las 9:00 p.m. ya dormíamos.

¿Dormir? Ellos, porque yo no pegué el ojo en casi toda la noche.